Cortesía de supermercados Selectos Roney.- en celebración del 5to Aniversario de la sucursal de El Viejo
Recopilación de libros de historia de la ciudad de El Viejo
Limites de la ciudad de El Viejo
Se dice que el municipio de El Viejo antes Villa de los Ángeles, tiene los siguientes limites:
- Norte – Linda con Puerto Morazán y el Golfo de Fonseca
- Sur – Océano Pacifico
- Este – Linda con Chinandega – Realejo y Corinto
- Oeste – Océano Pacifico
Se dice que en aquel entonces tenia una extensión trerritorial de 1,306 km2 y que el mayor municipio de los 13 que conforman Chinandega, actualmente El Viejo es el mayor con una extensión de 1,308 km2 Nota.- Recopilacion por el Dr. Heriberto Carrillo E
La provincia de El Viejo, situada en la región más occidental del territorio de Nicaragua, cobra su verdadera importancia hasta el 29 de febrero de 1612 al ser agregada a la jurisdicción de Corregimiento de la Villa y Puerto del Realejo. .
El gobernador y capitán de la provincia de Centroamérica. Su señoría Don Antonio Pérez y Ayala, Conde de la Gomera, nombra a don Marcos Estupiñan, por un año, Corregidor del Realejo y Provincia de El Viejo, el que hasta entonces se agregaba en el orden administrativo de aquella jurisdicción; razón obligada por cuanto las oficinas y residencias de las principales autoridades de dicho puerto, ya hacía mucho tiempo se habían instalado en aquel pueblo desde que en 1534 fuera fundada la Villa y Puerto del Realejo por el conquistador de Guatemala don Pedro de Alvarado en su ambicioso plan de llevarle refuerzos a Pizarro en el Perú.
Ya era una práctica de rutina, el pasadizo de los cronistas y aventureros españoles, por la provincia de El Viejo, quienes vinieron de norte a sur aquellos que habían fracasado en la conquista de la Florida o que venían de México o Guatemala, bien entusiasmado por las ventajas y aventuras que les depararía la conquista del Perú.
También cruzaron por aquí, muchos religiosos e historiadores como Fray Antonio Vásquez de Espinoza, quien en su “Compendio y descripción de las Indias Occidentales” relata que cuando paso por el puerto de Amapala (Honduras), o la valla de Fonseca después de estar en la ciudad de San Miguel (El Salvador) caminó nueve leguas más hacia el sur, llegando a una isla, probablemente la isla de la Teca, en pleno Golfo de Fonseca, en donde después de decir misa el día de la Santísima Trinidad, 01 de Junio de 1613, cruzo en canoa de los indios de la isla que está en aquella ensenada, en un lapso de 24 horas y fue a salir a “cinco leguas antes del pueblo de EL Viejo de la provincia de Nicaragua”, probablemente en el puerto de Nascocolo (hoy de Morazán).
Al llegar a esta provincia de El Viejo, del corregimiento de la villa y Puerto del Realejo, observo que ese pueblo era de los mayores que hay en esos lugares y que estaba repartido en once Linajes, Partidos o (Parcialidades) o Barrios.
Que en cada barrio había una Ermita para celebrar en ella el Santo de su devoción o fiesta. Además, encontró un convento de San francisco con un guardián y cuatro religiosos que doctrinaban y administraban los santos sacramentos.
Dice que el pueblo era mucho trato y comercio y que entre los indios vivían muchos españoles y tratantes a quienes aquí se les llamaban quebratahuesos porque trataban y contrataban tanto a los indios como a los demás españoles, o sea que eran traficantes o revendedores.
Observo también lugares adecuados para vender, llamados, tambos, o mesones que servían de refugio a los españoles pobres (llamados Chapetones) o que eran recién llegados. Estos mesones se mantenían llenos de pasajeros que de ordinario esperaban pasaje para el Perú, cuando salían navíos del Puerto del Realejo.
El gobernador (Cacique principal) y los Alcaldes tenían en aquellos puestos, tambos, o mesones, algunos alguaciles con indios para que le sirvieran a dichos españoles y también llegaban indias quienes por semanas les hacían la comida y les echaban las tortillas que era el pan de los indios.
En estas descripciones se nota la importancia y la posición de privilegio que tenía El Viejo, y como quedo dicho ya a esta población tenían que venir a tramitar papeles y hablar con las autoridades todos aquellos que querían embarcarse en el Puerto de EL Realejo o viceversa.
BARRIOS
Ya tenía once barrios, organización social que demuestra un orden administrativo en cuanto a la clasificación de las familias porque con el tiempo llegamos a comprobarlo con la existencia del barrio de Chamulpán (EL Calvario), El Totolito o los Ángeles (San José), zonas separadas únicamente por el río que cruza diagonalmente la población; este ordenamiento se hizo costumbre con el tiempo de tal modo que los indios cuando llegaron a tener su nueva devoción que era la imagen de la Virgen del Hato, no la presentaban a ninguna persona que no fuera indio y habitante de uno de esos barrios.
No se explica como es que llegaron a existir once barrios en aquella época, a no ser que se tomaron en cuenta las comarcas vecinas como el Valle de Atoya, Tempizcal, El Pastoral, Azinco, Apretorio, La Coquimba, La Cruz Alta, fuera de los otros barrios que quedaban dentro de la población como son El Cardonal, La Palma, El Cementerio y la Parroquia.
En aquel entonces, los indios están con sus habitaciones dispersadas por aquellos barrios, con calles que más bien parecen veredas tortuosas en donde los ranchos eran un enjambre completamente desordenado en una zona donde nuestros antepasados llegaron a asentarse quién sabe en qué siglo proviniendo de la Isla de La Teca, como se lo dijeron ellos a Fr. Alonso Ponce en el año de 1586.
UN HERVIDERO DE GENTES
En el siglo XVI, recién iniciada la conquista española, la región del Pacifico «hervía de gente, según yo lo supe en ella de los que la vieron», escribía el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, quien visitó la provincia unos cinco años después de las primeras incursiones conquistadoras. El historiador Dan Stanislawski, de la Universidad de California afirma, en reciente estudio sobre el sistema de las Encomiendas en Nicaragua, que la población del país «era muy saludable y estaba probablemente en expansión en esa época», estimando la cifra en más de dos millones de habitantes. Sólo así podemos explicarnos cómo Nicaragua pudo haber contribuido con casi medio millón de esclavos indígenas que fueron embarcados con destino a Panamá y Perú entre 1527 y 1536. Es sorprendente pensar que se necesitaron más de cuatro siglos para que el país entero volviese a recobrar la cifra poblacional que tenía su región del Pacífico al tiempo del primer encuentro con los españoles.
EXODOS Y DESALOJOS
Casi todos los investigadores que se han ocupado del, tema coinciden en afirmar que la región del Pacífico de Nicaragua se vio invadida y poblada, antes de la conquista, por sucesivos grupos que bajaron de tierras mexicanas. Algunos entre los cronistas recogieron la tradición verbal de los indios que explicaba tales éxodos como migraciones masivas de tribu que fueron avasalladas y sometidas por grupos invasores más aguerridos. Desplazadas hacia el sur, o América Central, los desalojados pronto se convertían en desalojadores. Estos movimientos parece que coincidieron con los grandes desórdenes sociales que tuvieron lugar en la altiplanicie mexicana durante la caída de Teotihuacán o la destrucción de Tula; o bien fueron su causa las sequías y hambrunas que asolaron el altiplano en ciertos períodos del pasado.
Pueblos enteros emigraron entonces hacia las regiones tropicales de la América Central, donde el clima era más benigno y la ecología más pródiga. Nicaragua era entonces —según Fernández de Oviedo— «de las más hermosas y apacibles tierras que se pueden hallar en estas Indias, porque es fertilísima de maizales y legumbres; de frijoles de diversas maneras; de muchas y diversas frutas; de mucho cacao. ..» —y adiciona luego— «hay mucha copia de miel y cera y mucha montería de puercos y venados y otras salvaginas y conejos y otros animales, y muchas y buenas pesquerías, Así de la mar corno de los ríos y lagunas; y mucha abundancia de algodón y mucha y buena ropa que de ello se hace, y lo hilan y tejen las indias de la tierra: y es cadañero, porque cada año lo siembran y cogen».
Estos éxodos se verificaron tanto por tierra como por mar, según las tradiciones recogidas por los cronistas y los frailes; y era de esperar que los recién llegados invasores tratasen de usurpar sus tierras a pueblos menos belicosos, aunque no necesariamente menos desarrollados culturalmente. Así llegaron los Chorotegas, Nicaraos, Toltecas-Chichimecas, al igual que los Maribios, Tacachos y Tlapanecas, cuyas lenguas parecen tener cierta afinidad con las remotas tribus del suroeste norteamericano. Sin embargo, queda por investigar más detenidamente en qué tiempo y orden tuvieron lugar esas migraciones a Nicaragua y en qué forma las lenguas, artes y costumbres de los invasores vinieron a suplantar o a modificar aquellas otras manifestaciones previamente establecidas en las tierras capturadas.